lo que queda
Los pueblos
Esta película transcurre en un pueblo sin nombre. Seguramente en un municipio interior de la Vega Baja del Segura o de la Comarca Oriental de Murcia.

No nos interesaba tanto un lugar específico como la luz y la arquitectura de esas regiones olvidadas del sureste peninsular. Durante semanas recorrimos calles y callejuelas de diversas poblaciones de Albacete, Alicante y Murcia. Buscábamos construir un pueblo sin tiempo, a partir de una realidad fragmentada. Paisajes áridos, edificios de cal y ladrillo, carreteras de arena, grava y socavones, y palmeras enmarcando un cielo pálido en el horizonte. Eso perseguíamos. La belleza de las cosas que no se terminan de romper.

El puzle se armó con paciencia. Avistamos el pueblo sin fin en el casco antiguo de Abanilla, bello como pocos: allí rodamos la mayoría de exteriores. También grabamos calles y fachadas de Granja de Rocamora, Cox y Hondón de los Frailes. Elche de la Sierra albergó la casa de Esteban y el cementerio. El parque con palmeras lo situamos en San Isidro. El río, unas profundas pozas, en realidad, descansa en Bullas, tierra de vinos. Y la única salida posible y visible del pueblo la encontramos en La Canalosa, una pedanía de Hondón de las Nieves.

También rodamos interiores en otras localidades. Por orden alfabético: Albatera, Alicante, Almoradí, Crevillentedonde registramos respectivamente la comisaría, la celda, el teatro y la tienda de antigüedades. Espacios sombríos, pese al exceso de luz exterior. En total hicieron falta doce pueblos para construir este laberinto. Esteban, probablemente, nunca logre salir de él.